¡Ronaterihonte vive!

Reseña publicada en el semanario Film TV, año XV, nº 17, 29/04/2007, por Mauro Gervasini

Estados Unidos pero todavía no unidos, de una América que no existe más que como expresión geográfica. Están los colonos, los nativos americanos y los casacas rojas británicas. La guerra franco-india que ha visto sobrevivir al último mohicano ha terminado hace algunos años; aún se oyen, en medio los bosques del gran norte, las leyendas de los guerreros mohawk que ayudaron a los ingleses a derrotar franceses y hurones. Gestas heroicas y salvajes, inmortalizadas por los blancos vencedores en elegantes pinturas, relegadas por aquellos que fueron vencidos y siguen buscando revancha.
Dícese Seis Naciones al territorio iroqués de los pueblos Mohawk, Oneida, Cayuga, Onondaga, Tuscarora y Seneca correspondiente al actual estado de Nueva York y más allá, hasta el Canadá, y hacia los bajos, en el corazón de Nueva Inglaterra. Una porción de mundo tan grande como Italia, con ciudades piel roja de 15 mil habitantes, una vida comunitaria regulada por la constitución “moderna” más antigua (la Gran Ley de Paz de 1142), usos y costumbres sofisticados y distantes de la estereotipada imagen, absolutamente europea, del “buen salvaje” incivilizado. Hay colonos blancos con ellos. Como el irlandés William Johnson, “adoptado” por los mohawk y rebautizado Warraghiyagey ("el que hace grandes negocios"), un Águila de la noche* avant la lettre. Su ex ama de llaves india con poderes chamánicos, Molly Brant, se convierte en su esposa. El hermano de ella, Joseph Brant, guerrero famoso (o tristemente célebre) de Nueva York a Londres, será uno de los héroes de la Revolución americana. Pero del lado equivocado. Largo preámbulo para presentaros Manituana, la nueva novela del colectivo de escritores boloñeses Wu Ming.
Un vertiginoso, arrollador, extraordinario Apocalypse Now para una nación que está por nacer del horror. Y crece en perjuicio de los nativos iroqueses, que decidieron estar con los lealistas y la corona británica no por algún vago ideal, sino porque en la parte correcta - la de los colonos "libertarios" - se luchaba por mantener la esclavitud (apenas abolida en Inglaterra) y por el saqueo definitivo "de las tierras de los salvajes". Los personajes de los Wu Ming te atrapan y han existido realmente. En el sitio www.manituana.com, en el segundo nivel (se puede entrar después de leer el libro), sus auténticas biografías. Sólo uno ha sido inventado totalmente, y es el más trágico, el ojo del mito: Philip Lacroix Ronaterihonte, iroqués educado por los jesuitas franceses. Ha visto de cerca el horror que plasma el Nuevo Mundo, se ha convertido en una furia de diablos, y por eso los franceses y demás indios le dicen Le Grand Diable; se ha transformado en un Jeremiah Johnson en la versión pre-Pollack de John Milius, después ha encontrado una chiquilla, Esther, y casi se parece a Léon con Mathilda: ¿le dará ella la posibilidad para cambiar el curso de un destino ya trazado? Al final del proceso, a pesar de todo, no puede ser más que una figura estilo Michael Mann con increíble y dolorosa potencia. Ciertas páginas que le conciernen, las habríamos vuelto a leer cien veces. Su sombra no nos abandona, y ya es leyenda para un niño, el cazador de Caperucita Roja, el caballero que vence al dragón. Mirad a los ojos a este fantasma épico, porque Ronaterihonte vive.

* Nombre que los navajos daban al protagonista del cómic italiano Tex Willer

15.05.07 · en recensioni

¡Ronaterihonte vive!