Manituana, el choque de civilizaciones de los antepasados de George Bush

Entrevista en "Il Venerdì di Repubblica" del 23 de marzo de 2007
Una novela ambientada a finales del siglo XVIII, en América, con los nativos que vivieron la guerra de la independencia del lado equivocado. El joven colectivo que irrumpió con "Q" vuelve a sumergirse en el pasado. Remoto

por Loredana Lipperini


Hace ocho años, cuando los Wu Ming (que todavía se llamaban Luther Blissett) explicaron cómo hacían para escribir en grupo, usaron esta imagen: "Es como en el jazz: mucha camaradería, arreglos colectivos y solos individuales". Con ese método nació la primera novela, Q, 250.000 ejemplares vendidos. Con las mismas reglas (escritura colectiva, renuncia del nombre propio en favor de un seudónimo, sin fotografías, sin apariciones televisivas) luego han venido, 54, varios libros “solistas”, un guión cinematográfico (Radio Alice). Y hoy, la tercera y más ambiciosa prueba de los cinco escritores: Manituana (Einaudi Stile Libero, pp. 618 € 17,50) relata la guerra entre Norteamérica e Inglaterra desde el punto de vista de los indios iroqueses que se alinearon con el rey Jorge.

¿Por qué un grupo de narradores italianos decide relatar los orígenes de la nación americana? ¿Y encima invirtiendo no sólo la imagen estándar del piel roja, sino también la consecutiva y “políticamente correcta”?

El segundo enfoque, el “alternativo”, también lo hemos dejado de lado en parte porque está relacionado con otro contexto histórico y geográfico (la conquista del oeste durante el siglo XIX), y en parte porque no nos interesa el cliché del indio “inocente” en armonía con la naturaleza, tecnológicamente atrasado y víctima inmolada en el altar del progreso. Las cosas son más complicadas, y hemos intentado no simplificarlas.
De todos modos, es propio de la tradición italiana y europea ocuparse de América, forzando el armazón de arquetipos y estereotipos que América ha montado alrededor de su corazón. Y por cierto no es “poco italiano” atreverse a trabajar con un imaginario transatlántico. Sergio Leone y compañía hallaron la piedra filosofal en el género western: intervinieron sobre los clichés más gastados y los transformaron en oro. Una película como Hasta que llegó su hora / Érase una vez en el Oeste - escrita, adaptada, dirigida, filmada, montada y musicalizada por italianos - es una poderosa narración y representación de América, de su conciencia, de su quintaesencia. Hoy más que nunca, con el Atlántico ensanchado a causa de las decisiones de la administración Bush, es vital interrogarse sobre la compleja relación entre nosotros y América.

En Manituana los personajes históricos se transforman en héroes literarios con una gran carga emotiva: ¿cómo los habéis construido?

En la fase inicial de la documentación nos hemos encontrado frente a personajes con biografías complejas, novelescas, románticas en la acepción dieciochesca del término. Vidas de frontera, personajes a caballo entre mundos y culturas: no resultaba difícil transformar esas figuras en héroes literarios. Así las biografías han actuado como humus y como semilla para hacer crecer los personajes no históricos, los de fantasía. Hemos intentado reflejar en las páginas el sentido de las relaciones complejas, en varios niveles, hemos buscado la dirección común en trayectorias existenciales aparentemente divergentes y los motivos de distanciamiento y diferencia en destinos aparentemente similares.

Las mujeres en particular desempeñan un rol determinante, incluso desde el punto de vista político. ¿A qué se debe este homenaje?

Sabemos perfectamente que somos un colectivo de componentes masculinos, tenemos conciencia de la dificultad para dar la dimensión adecuada a los personajes femeninos y sabemos que no es fácil. En este caso ha sido de gran ayuda la realidad histórica. La sociedad iroquesa tenía elementos de matriarcado muy fuertes y arraigados. La pertenencia a los clanes - pilares de la organización social iroquesa por ser transversales a las tribus y a las naciones - estaba determinada por descendencia matrilineal. Además las mujeres iroquesas administraban un poder valioso y estratégico: la adopción. La suerte de los prisioneros de guerra dependía de ellas: podían decidir su muerte, como resarcimiento por los hijos y maridos caídos en batalla, o pedir su asimilación a la tribu, por el mismo motivo. Muy a menudo era ésto lo que ocurría. No eran poblaciones numerosas, necesitaban brazos que trabajaran la tierra, o fueran a cazar o a pescar. Pero la adopción convertía al prisionero en hijo de la nación y del clan a todos los efectos, con todos los derechos y deberes que se derivaban. Muchos jefes importantes eran prisioneros adoptados.

¿Qué nos dice de nuestro presente una historia ambientada en el el siglo dieciocho?

Es difícil reducir una novela a una clave de lectura unívoca. En cierto sentido relatar el nacimiento de los Estados Unidos ya significa ocuparse del presente y de América como problema mundial. Puede decirse que Manituana cuenta la historia de la desaparición de una realidad mestiza, aplastada por la lógica del choque de civilización y por el nacimiento de una nueva nación. La fundación de los Estados Unidos no se ha producido en detrimento de los "buenos salvajes", como sostiene cierta holografía, sino de una cultura híbrida, interétnica, políticamente compleja y llena de contradicciones. Si además consideramos que los americanos del último cuarto del siglo XVIII no eran más que europeos emigrados más allá del Atlántico, rápidamente se choca contra los pilares de nuestra misma civilización, y por tanto, de nuestro presente globalizado. La América de entonces, como la del presente, representa el extremo Occidente no sólo en sentido geográfico, sino también político y cultural. Es decir, representa las consecuencias extremas de la influencia “blanca” en el mundo.

“Biffa” (cara), “locchiare” (mirar), “soma” (tipo): en el libro nos topamos con un homenaje al Burgess de La naranja mecánica. Que también es uno de los indicadores de un trabajo lingüístico muy exhaustivo: ¿de qué tipo?

Frecuentemente citamos una imagen de Paco Ignacio Taibo II, que dice que la experimentación debe ser la “costura invisibile” que mantiene unida [la trama de] la historia. No hay nada de inconsciente en nuestro modo de emplear palabras y frases, pero nuestro objetivo no es una “página bella”. Si se mira con atención nuestras oraciones, se advierte que intentamos obtener una sutil alteración de la sintaxis, y desviar el significado de las palabras, aunque sea en forma mínima. A veces es suficiente con quitar un “me” o un “te” para obtener una frase que “vibre” y quede flotando como un hovercraft, a un milímetro de la página. Esto jamás debe ser un fin en sí mismo, sino funcional a lo que queremos narrar, y lo más discreto posible. Menos se da cuenta el lector de lo insólito de ciertas proposiciones, mejor es. Por lo demás, con frecuencia son los traductores los que nos señalan la dificultad de algunos párrafos, que en Italia parecían simples.

Manituana no acaba con el libro: lo acompañan relatos “paralelos” en el web, y otros que vendrán, incluso de lectores. No sólo eso: el sitio complementa la escritura con sonidos, imágenes, mapas. ¿Cuál es el objetivo?

Contar una historia es descubrir un mundo. Las páginas de un libro son una de las entradas mágicas que lo revelan. Se puede optar por dejar las otras puertas cerradas o se puede intentar abrirlas todas de par en par, en señal de hospitalidad. Una vez más se trata de decidir si se ofrece un universo para contemplar, intocable en su pretendida belleza y perfección, o si se invita a transformarlo, a desarrollar sus potencialidades. No es sólo una cuestión estética: si creemos que hombres y mujeres juntos pueden mejorar el mundo, haremos de todo para que los lectores y las lectoras puedan mejorar nuestras historias, con cualquier medio posible.


Notas:

1) La versión completa de esta entrevista está disponible en el blog de Loredana Lipperini.

2) En la revista, el retrato de Joseph Brant está acompañado por un pie de ilustración (que no ha sido escrito por la entrevistadora) en el cual se lo define “jefe mohicano que había estudiado en Inglaterra” y se agrega que “los mohicanos eran una de las seis tribus que formaban la nación iroquesa”.
Para dejarlo en claro: Joseph Brant era un Mohawk, no un Mohicano. Los mohicanos no son una tribu iroquesa y no forman parte de las Seis Naciones. Joseph Brant no había estudiado en Inglaterra, sino en una escuela inglesa de Connecticut.

Manituana, el choque de civilizaciones de los antepasados de George Bush
wu ming · Manituana · Manituana, el choque de civilizaciones de los antepasados de George Bush · 29 March 2024