Los Sin Nombre

Artículo de Jacopo Guerriero publicado en GQ, nº 91, abril de 2007
Todo empezó con Luther Blissett. Luego llegó Wu Ming. Detrás del seudónimo, un grupo de autores que ha cambiado el modo como se escribe. Y que ahora regresa con Manituana

por Jacopo Guerriero


This revolution is faceless! Nada de fotos, nada de autores. El autor es un tópico de depravación consumista ideado para que leas contento, pero con los bolsillos vacíos y el cerebro obnubilado por inventos románticos.
Un salto atrás: Europa occidental a principios de los años 90, eran tiempos del surgimiento del web, de los movimientos no copyright, los comienzos de una nueva transformación en la industria cultural. Una firma misteriosa aparecía por todas partes, en los retretes de las estaciones, en los grafiti de muros, sobre las mesas de un pub o bien, como se señalaba entonces, "en las paredes de los diques, en el asta de la bandera americana, en el suelo lunar, en el Muro de los Lamentos y cosas por el estilo": LUTHER BLISSETT.
Sí, exactamente como el futbolista inglés de orígenes afrocaribeños que durante un tiempo ha jugado en la liga italiana con la camiseta del Milan. Un gran patoso. Aún hoy, los motivos de esta coincidencia son desconocidos: Luther Blissett -como sobrenombre- no representaba a nadie. Era el nombre colectivo de cualquiera que optara por la guerrilla mediática, el engaño y la falsificación subversiva. Cualquiera podía utilizar el nombre múltiple como quisiera. La historia comienza aquí: de las teorías no científicas y seudofilosofías.
Corría el 1999 cuando en Italia se publicó la primera novela firmada por Luther Blissett. Se llamaba "Q". "En una época asolada por las guerras de religión, un estudiante de teología asume la causa de los herejes y desheredados". Eso decía la solapa de la historia más interesante que se haya narrado en Italia en estos últimos veinte años. El relato de la lucha a muerte entre el Sobreviviente de muchos nombres, el herético capitán Gert y su mortal enemigo Q, dedicados a mover las piezas de una cruel partida sobre el tablero de Europa. Q era contemporáneamente un suspense, un historia de espionaje, una novela histórica y un panfleto político. Para decirlo con palabras de Bajtín: creaba nuevas asociaciones entre las cosas y las ideas. Fue todo un evento editorial, escándalo. Al estilo Luther Blissett, obviamente. Circulaban leyendas metropolitanas sobre la identidad del autor. Después se supo que eran varios autores, discípulos de Eco seguramente, o tal vez no, habría sido el mismísimo Eco quien lo escribió. Este tipo de cosas...
Todavía hay mucha gente que se confunde, por lo tanto, temo que tendré que contar nuevamente una historia conocida. Recordaos estos nombres: Roberto Bui, Giovanni Cattabriga, Luca Di Meo, Federico Guglielmi. Nombres poco importantes, dirían ellos: los escritores no son importantes, lo importante son las historias que cuentan. Pero estos eran los cuatro componentes de la Banda de Novelistas que concibió y escribió Q. A ellos se unió, a inicios del tercer milenio, Riccardo Pedrini, el ex guitarrista de los Nabat, grupo musical de culto del panorama punk-skin italiano, que ya era autor de ensayos impuros sobre artes marciales y revolución, sobre estilos callejeros, y de una portentosa novela, Libera Baku ora, elaborada con un modus operandi de ciencia ficción.
Complemento: recuerdo haber conocido a Riccardo unos meses después, en un bar cerca de la estación de Bolonia. No se ajustaba a los habituales clichés de los intelectuales vernáculos. Nada de máquinas de escribir ni fotos en blanco y negro con pose meditabunda, para dejar en claro. Era el verano más cálido del siglo, con aires de un predicador hablaba sobre James Ellroy, música afro y narrativa a reconfigurar "como las partes de una vaca antes de ser comida". Eran años de disputas y de reacciones insólitas. Para dar un ejemplo, en 2001, con la publicación de la nueva novela solista de Pedrini, inexplicablemente fue acusado de plagio por otro escritor, Giuseppe Genna.
Los otros componentes de la banda, por voz de Roberto Bui, le desearon a Genna que acabara en manos del profesor Veronesi*. Luego llegaron las disculpas recíprocas y la reconciliación. El grupo, sin embargo, continuaba llamando la atención, el juego con el mito y la identidad era entonces la verdadera literatura mainstream, llovían polémicas y tomas de posición, circulaba una leyenda metropolitana sobre una brutal paliza a un fotógrafo. Eran los primeros años del gobierno Berlusconi, con la izquierda abochornada y ellos que hacían manifestaciones de optimismo, en modo de evitar el lamento de los derrotados, a levantar los ánimos y ponerse a hablar de copyleft y bookcrossing. Recogían los reproches de los colegas más moderados, hacían bandera de arbitrariedades manifiestas. Algo poco literario.
Como quiera que fuera, con la llegada del quinto elemento, el grupo que había asumido la forma abierta de Luther Blissett se convierte en el taller narrativo Wu Ming. "Wu Ming", se puede leer en el sitio de los cinco, "es una expresión china: significa 'sin nombre' o 'cinco nombres', según como se pronuncie la primera sílaba. El nombre de la banda debe interpretarse tanto como un tributo a la disidencia (Wu Ming es una firma muy común entre los ciudadanos chinos que reclaman democracia y libertad de expresión) como también un rechazo de la máquina fabrica-celebridad, en cuya cadena de montaje el autor se convierte en una estrella". Y es por esto que no hay fotos. Y es por esto que, cada vez que un cronista lo intenta, ellos apelan a la leyenda del fotógrafo castigado.
La primera obra del colectivo ampliado fue 54. La novela más difícil de sobrellevar, la segunda obra coral, que no podía desdibujarse frente a la capilaridad rizomática de la primera. El 14 de mayo de 2005, después del triunfo y las reimpresiones italianas, el Times se pronunció en estos términos: "Como Q, es una vasta epopeya, aunque su ambientación es moderna. A excepción de un breve prólogo, el escenario tiene lugar en 1954. La trama es una formidable empresa de imaginación, desplazándose inquietamente entre Bolonia, Nápoles, California, Moscú, Dubrovnik y Marsella". Entre las miles de historias narradas "la más audaz imagina Cary Grant en Palm Springs, harto del cine y considerando su retiro, que es persuadido para emprender una misión secreta en Yugoslavia en modo de convencer al mariscal Tito para hacer una película de su vida, todo esto con el objetivo de lisonjear al dictador y alejarlo de la Unión Soviética.
Y aún más: "La nueva novela es un trabajo aún más logrado. En Q, a menudo los personajes parecían aplastados por los grandes acontecimientos históricos que les circundaban. El alcance de 54 no es menos ambicioso, pero hay una agradable ligereza". En pocas palabras, una consagración.
Hoy, contando otras tres novelas solistas por parte de otros tantos miembros del colectivo, llega el tercer capítulo, el tercer fresco escrito a cinco manos. Manituana (Einaudi) está en las librerías desde hace algunos días, la última obra del colectivo de escritura Wu Ming. Esta vez los protagonistas son bellos y salvajes, vienen de la tierra de los bosques. Apuntadles como héroes. Pero antes de encararlos, haced un esfuerzo con la memoria. ¿Recordáis a Carabina Larga o a Ciervo Ágil? Eran los protagonistas de la legendaria novela de James Fenimore Cooper, El último mohicano.
Dichoso aquel que se acerca a esas páginas por primera vez. Dichosos aquellos que van tras las huellas de los indios y de los amores aún adolescentes, cuando pasan por la puerta de la infancia, la esencialidad del mito y la aventura son para siempre. Ahora, un siglo y medio después de Cooper, cinco escritores se proponen desplegar la imposible secuela de la historia del pueblo mohawk, volver a tomar aquel relato de violencia y pasión en el mismo punto donde Cooper lo había dejado, concluida la guerra civil en las tierras iroquesas entre los franceses aliados con los hurones y los ingleses acompañados por las tribus mohicanas.
Manituana. El nombre señala contemporáneamente un lugar físico y un lugar de la mente. Destino final de la familia y del pueblo de Warraghiyagey (sir William Johnson según su nombre blanco e irlandés), padre de las Seis Naciones, la tierra indígena del este, al sur de Canadá, leal al Reino Unido. Con su muerte, con las vicisitudes de sus descendientes y aliados, se pone en marcha la novela.
Historia de injusticia originaria, y por lo tanto historia política. Los continentales, comandados por George Washington - hacia fines del siglo XVIII - ponían en los estandartes "Civilización o muerte". Manituana es la historia del nacimiento de los Estados Unidos de América, el testimonio de las raíces violentas de la nación americana. Y, para contrastar, es el relato de la resistencia del jefe Joseph Brant, el indio mohawk más odiado, que no quería la guerra pero que se torna cruel luchando contra el alemán-americano Jonas Klug. Di Philip Lacroix, "Le Grand Diable", guerrero invencible que en los bosques del norte, en soledad, miraba a los ojos a la muerte.
Es una historia de mujeres con el don del shining, en el fulgor de los sueños se puede vislumbrar anticipadamente los azares del destino. Molly Brant, la esposa india de Sir Johnson, percibe el comienzo y el final de cada acontecimiento y es el personaje clave, en grado de ver inmediatamente el lugar de destino final, Manituana. Que todavía es futura reserva de leyendas porque "los indios que han sobrevivido", decía Stan Steiner, "de algún modo han creado un modo para salvar la Tierra, por el simple hecho de existir. Aunque su existencia sea una vida dura, muy dura..."

* famoso cirujano-oncólogo italiano

11.04.07 · en recensioni

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